sábado, 23 de enero de 2010


JAIME FUENTEALBA
Los socialistas debemos hacernos cargo, como lo dijera nuestro compañero, el Presidente Salvador Allende, de este “momento gris y amargo”.

Miles de chilenas y chilenos concurrieron el domingo 17 de enero a elegir al Presidente de la República. El veredicto popular definió que el abanderado de la Coalición por el Cambio, Sebastián Piñera, se impusiera. Jaque mate.
Con el triunfo de Piñera se abre un nuevo ciclo de la política chilena. Se derriban mitos, fábulas, y se abre un nuevo e inédito relato para el bicentenario. En este período de gobierno, la derecha económica y financiera de nuestro país controlará el Poder Ejecutivo, además de los medios de comunicación, el poder económico que siempre ha tenido y casi la mitad del Parlamento. La magnitud y verdadero alcance del gobierno de derecha se irá conociendo una vez que se traspase el mando, luego de veinte años de programas y políticas públicas exitosas de cuatro gobiernos concertacionistas. Vaya paradoja.
Algunas señales ya han ido alumbrando/oscureciendo el zigzagueante debut de Piñera y exhibiendo las características de su gobierno. El día después de ser electo Presidente, el valor de las acciones de sus empresas se incrementa enormemente, mostrando la gravedad de la confusión entre los intereses públicos y privados a que estamos expuestos. Luego, siguiendo su particular interés por los negocios, anuncia que incorporará capitales privados a Codelco-Chile, iniciando así la anhelada privatización de la empresa estatal más importante. A continuación, la conducta de Piñera pauteando a un periodista, deja especialmente demostrado el riesgo que corren los derechos y las libertades en el gobierno de Piñera. Y, finalmente, Jovino Novoa, el subsecretario de Pinochet, comienza a plantear ley de punto final para juicios sobre violaciones de los derechos humanos.
Pero también es clave no olvidar que los niveles de apoyo de las fuerzas progresistas fueron valiosos y excepcionales para un relevante segmento de la sociedad chilena. Eduardo Frei logró concentrar una enorme fuerza progresista, recuperando cerca de un millón 300 mil votos en el balotaje. Tarea ardua y compleja, que expresa el considerable apoyo del capital humano y cultural arraigado en la historia de los últimos veinte años. Debemos tener presente, además, que en las comunas urbano-populares conducidas por socialistas, Frei ganó claramente, y en las comunas del sector oriente de Santiago, Piñera ganó abrumadoramente.
Durante el próximo período político, los socialistas debemos impulsar una oposición potente al gobierno de Piñera. Con una lectura coherente de lo sucedido, debemos defender los derechos, libertades, anhelos y demandas de los ciudadanos, del pueblo y los trabajadores, e impulsar la movilización social, los movimientos sindicales, gremiales, estudiantiles, sociales y culturales.
Es imprescindible que levantemos un programa de desarrollo para Chile, que permita recuperar la confianza de la mayoría de los chilenos, para lo cual debemos impulsar un proceso participativo de elaboración, que movilice a los ciudadanos. Nuestra política de alianzas debe ser la de unir en un frente amplio a todas las fuerzas sociales, políticas y culturales que estén contra el gobierno de Piñera en torno a un proyecto de desarrollo del país.
No obstante, el prólogo de este relato indica que la política partidaria tiene una deuda infinita con el malestar de la sociedad. Quienes no votaron, quienes prefirieron votar Piñera, anularon o dejaron en blanco su opción, en lugar de votar Concertación como lo habían hecho antes, nos alertan sobre la contingencia y la naturaleza de lo ocurrido. Estas generaciones y ciudadanos necesitan un sueño distinto, un mensaje autocrítico y rectificación de las malas prácticas y errores cometidos. En lo político, debemos señalar que no haber mantenido la unidad de la coalición y permitido o facilitado que surgieran divisiones, partidos o líderes con una animosidad irreconciliable con la Concertación, hizo sucumbir la feble mayoría que se tenía sobre la derecha.
De cara a los desafíos del siglo XXI, el Partido Socialista debe mostrar que puede destrabar el futuro. Un PS autocrítico debe ser capaz de representar y defender los principios de igualdad y justicia social, así como también las nuevas secuelas del capitalismo salvaje: la segregación e inequidades territoriales y reivindicar el anhelo integracionista y libertario de América Latina.
De manera fundamental debe ser una opción de desarrollo, una alternativa a los desafíos que impone el neoliberalismo mundializado poscrisis internacional del sistema; un defensor del rol del Estado, las políticas públicas y del sistema de protección social impulsado por nuestra Presidenta Michelle Bachelet; una pieza clave para la regulación del capitalismo financiero internacional; una voz crítica para enfrentar los dilemas que impone el cambio climático. Asimismo, dar cuenta de las enormes oportunidades y exigencias para la acción política que en plena sociedad del conocimiento y era de la información, imponen internet y la comunidad 2.0.
Los socialistas debemos hacernos cargo, como lo dijera nuestro compañero, el Presidente Salvador Allende, de este “momento gris y amargo”. Para ello, deberemos realizar un congreso extraordinario, un evento amplio, unitario, que exprese la historia, identidad y anhelos de miles de trabajadoras y trabajadores, de mujeres y jóvenes, que aspiran a un Chile con justicia social. Hay que promoverlo y consensuarlo de manera transparente y representativa. Integrando a los diversos mundos sociales, culturales, políticos, locales, regionales y globales. Los lazos firmes y confiables de todos los socialistas sin exclusiones son también una clave de este proceso.
* Miembro del Comité Central PS de Chile

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