martes, 26 de enero de 2010

La memoria necesaria

La memoria necesaria
Por Paula Salvo

La reapertura de la Comisión Valech es una coyuntura única para visibilizar esta violencia sexual: violencia históricamente considerada como algo inevitable, como un mal menor, al interior del conjunto de atrocidades que se cometen en estos contextos.

La reapertura de las comisiones Rettig y Valech es una señal clara de los compromisos que el Estado de Chile está asumiendo ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y el Comité contra la Tortura, que instaron a Chile a satisfacer las exigencias de reparación de las víctimas de tortura bajo el régimen de Pinochet.

Se espera recibir el testimonio de 4 mil personas que a la fecha no han sido reconocidas como víctimas de la represión, ni han recibido reparación alguna.

En cada Estado que viola los derechos humanos y que practica la tortura existe un denominador común: el horror contra las personas y el intento de anular al ser humano. Así ha sido en Bosnia, Guatemala, República Democrática del Congo, Chechenia, Ruanda, Argentina, Perú o Chile.

Y en la comisión de estos vejámenes, las mujeres -la mitad de la humanidad- han sido botín de guerra, un canal para destruir la moral de las tropas, una forma de afectar el sentido de comunidad, o un cuerpo destinado al castigo y la humillación. En el imaginario social, el cuerpo de las mujeres no nos pertenece, puede ser apropiado por otro. Ya sea en la paz o en la guerra, las mujeres y niñas sufren violencia a manos del Estado, de la familia o la comunidad, como un continuo.

En Chile, pese al conocimiento que hay sobre la violencia sexual perpetrada contra las mujeres en dictadura, no existen suficientes datos sobre procesos por violación sexual. Tampoco investigaciones efectivas sobre los abusos sexuales cometidos por las Fuerzas Armadas y policía civil y uniformada, en contra de las mujeres. Esto, pese a la masividad de los mismos.

La reapertura de la Comisión Valech es una coyuntura única para visibilizar esta violencia
sexual: violencia históricamente considerada como algo inevitable, como un mal menor, al interior del conjunto de atrocidades que se cometen en estos contextos.

El tiempo de las mujeres para relatar estos abusos es un tiempo distinto, y se debe considerar que muchas de ellas carguen con la vergüenza y el estigma que acarrea la violencia sexual. La mayoría de las mujeres ni siquiera han sido capaces de relatar lo ocurrido a sus familiares más queridos: padres, hijos, parejas. Esta particularidad es reconocida por el Comité contra la

Tortura, cuando señala que el género es un factor fundamental.
Investigar, sancionar y reparar la violencia sexual contra las mujeres es una forma de evitar la impunidad, que facilita la violencia “al no existir evidencias socialmente percibidas de la voluntad y efectividad del Estado, como representante de la sociedad, para sancionar esos actos”, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Reconocer y reparar a las víctimas de prisión política y tortura no es sólo una obligación política, sino también moral. La reapertura de la Comisión Valech es una muestra más de que no hay futuro posible si no se dan a conocer todos los hechos del pasado. Que el testimonio de las mujeres sea recogido en la comisión es una manera de que sus intereses y necesidades sean incorporados en todas y cada una de las instancias destinadas a la reparación de las víctimas, contribuyendo de este modo a superar las variadas formas de discriminación que afectan a las mujeres.

* Abogada Corporación Humanas

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